Académica Sandra Marín buscará validar modelo para determinar el impacto antropogénico en fondos blandos de las zonas submareal nuestro país
Validar un modelo de gestión para determinar el impacto antropogénico en fondos blandos de la zona submareal de Chile es lo que buscará la académica de nuestro programa de estudios y científica del Instituto de Acuicultura de la Universidad Austral de Chile, MSc. Sandra Marín Arribas.
Y es que la docente se adjudicó hace pocas semanas atrás el proyecto Fondef titulado “Validación de un modelo de gestión ambiental público – privado para la incorporación del índice biótico AMBI (Azti Marine Biotic Index) en la evaluación y monitoreo de proyectos acuícolas en ecosistemas submareales de fondos blandos en Chile”.
La iniciativa se sustenta en investigaciones previas, donde la académica que cuenta con vasta trayectoria en el estudio de relación entre la acuicultura y sistemas bentónicos, buscará generar conocimiento y herramientas que aporten en la sustentabilidad ambiental de esta actividad.
“El problema a abordar es que en Chile existe no existe un consenso sobre los mejores indicadores para medir el impacto antropogénico en el sistema submareal de fondos blandos, cuál es el impacto aceptable y su significado ecológico”, partió indicando la investigadora.
Agregando que la “solución propuesta se pondrá en marcha a través de una red de expertos nacional e internacional, un sistema de gestión ambiental de fondos blandos marinos, y formación de capacidades a agentes públicos y privados”.
Según nos comentó la científica, el sustento de esta investigación proviene desde la hipótesis de que los niveles de perturbación de los fondos blandos submareales de sistemas costeros -causados por distintas actividades antropogénicas-, se asocian a cambios similares en la composición y abundancia de las especies de macrofauna.
Lo anterior, puesto que estas especies siguen el patrón de sucesión ecológica donde las especies sensibles son reemplazadas por las especies tolerantes a niveles intermedios de perturbación, y actualmente el indicador AMBI categoriza el impacto en diferentes niveles y define los rangos que se consideran perturbados.
“Queremos relacionar los niveles de impacto que define este indicador con las variables que usa la normativa chilena que regula el desempeño ambiental de la acuicultura para establecer si existe o no equivalencia”, subrayó la investigadora de la UACh.
Ahora bien, y en lo que respecta a la metodología utilizada, Marín indicó que esta comprende cinco objetivos específicos.
- Establecer con las distintas instituciones públicas las condiciones químicas, físicas y bióticas que representa el límite aceptabilidad del AMBI (3,3) para definir el nivel de impacto del sistema bentónico de fondos blandos.
- Implementar un sistema de gestión ambiental de sistemas marinos de fondos blandos que facilite la interacción y gestión de agentes públicos y privados para la ejecución y seguimiento de proyectos acuícolas.
- Fortalecer las capacidades de agentes públicos y privados a través de capacitación en el uso e interpretación de los componentes del modelo de gestión ambiental.
- Implementación de prueba piloto del modelo de gestión ambiental a través de la simulación de ejecución de dos instrumentos de gestión ambiental.
- Implementar una estrategia de trasferencia, difusión y sostenibilidad del modelo a agentes públicos y privados.
“Nosotros queremos implementar este indicador biótico, es decir que se basa en organismos vivos, en la evaluación ambiental de los proyectos acuícolas, pero no nos queremos quedar solo allí, sino que también nos gustaría abarcar más presiones ambientales distintas a la acuicultura», añadió la científica.
Concluyendo con que «este indicador ha sido probado en otros países, para otras presiones ambientales y ha funcionado bastante bien, lo cual, por supuesto es una tremenda fortaleza para el proyecto».